Tattooed girl
Escombrera
Vino de ningún sitio
(lo olvidó nada más llegar a Madrid)
Vino de ningún sitio
(lo olvidó nada más llegar a Madrid).
El rostro muy blanco
negro el flequillo espeso
negro el carmín
negrísimo el pubis.
El barrio es el mundo
-tropical, africano, árabe y castizo –
su cielo, alargado como las calles
que desgastan sus zapatillas,
apenas cambia de color.
Cada mañana va al bar
tapas y copas y copas y…
trabajo y vida sin frontera
gente, mucha gente, música
vasos y vasos y más vasos.
La ciudad la tiene en cuenta, le gusta
tampoco piensa demasiado en ello
el cansancio ayuda a dormir cada noche.
Su casa son dos cuartos desnudos
allí esporádicamente se acuesta el silencio.
Sus amantes insisten en lamer
los hoyos gemelos del final de su espalda
el más joven – sueña con ser Bob Dylan –
bebe sorbos de vino tinto en ellos
le dice que su piel combina perfectamente con ese rubí oscuro.
Persigue las gotas por sus caderas
y envidia en secreto al tatuador que estrenó esa blancura
un lienzo límpido y carnal
ardiente en febrero
aceitoso en junio.
Los miércoles habla con la florista de Tirso
y le compra una vara de lilium de color rosa.
La miran por la calle
saluda, los trapicheros ya no insisten
usa pantalones de cintura alta
y los dobla en los tobillos
generalmente prescinde del sujetador
Esta tarde libra
su juventud reposa sobre la cama
y no tiene ganas de nada
el teléfono se murió la noche anterior.
Como un murmullo que llega
recuerda que el domingo va a estar de cumpleaños
se encoge bajo el humo de unas velas lejanas.
Por primera vez – extraña-
el futuro la interroga frontalmente
y se percata de que a partir de ahora
quizá tenga que ayudar a sus pies a seguir caminando.