Madera y son

Mazo de sal

de sal prieta

regándose morenamente,

puño de dulce café

que muele el ritmo con los cinco sentidos,

como un viejo vendedor con las monedas de siempre.

 

Poemas de piel

que se espigan forjados de belleza antigua,

ofrendas de sol

que caminan enteros (sus pies no olvidan la tierra),

con la sangre asomando en sus ojos,

fuego de dos velas en la penumbra.

 

Se sacuden ese odio incisivo

que envidia su soberbio ser

y bailan, y bailando se ríen

de todo el vano poder de las palabras

al saberse dioses de la música.

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