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Lo que te llevaste fue tu réplica, la claridad, tu espejo. Recién ahora comienzo a hablarte sin que me queme tu imagen.

Te llevaste la idea de tu cuerpo en mis manos, mi orgullo al juntar nuestro paso por cualquier avenida del mundo.  La furia agreste de nuestros músculos en juego.

Te llevaste el futuro que tanto pensamos. Me dejaste solo con todo eso.  Y ahora camino hacia el encuentro constante de la ausencia. Qué le voy a hacer si soy excesivo en todo y ahora mi intensidad semeja locura, menos en tus labios.

Contigo se fue esa estampa italiana, tu pausa, esa piel del nuevo mundo, la elegancia del que no se puede desprender de ella, unas pupilas oceánicas que todavía no logro revisitar.

Te llevaste mi infancia renacida, el humor del que no teme, la torre ciclópea de nuestra dialéctica.  El sueño es una quimera en la que espero llegar a ti y volver a respirar como ya no recuerdo.

Recogiste la amistad inaugurada, una crianza gozosa que comenzábamos a recapitular con la perspectiva de tu frente precoz. Esa memoria que era tan nuestra…me faltas para saber quién soy, quién fui, quién no seré sin la bendición de tu aliento.

Contigo partió la inspiración del comediante -su público-, el espacio inmaculado de la inocencia, el lugar común que siempre volvía para darnos la razón asentando nuestra posición en el mundo.  En ese inventario íntimo tengo clavada la potencia futura de tu escritura, quizá un brote de lírica, con seguridad lógica a legiones.

Probablemente también te llevaste el nieto posible, tu historia de amor en la tierra, porque la celeste con la humildad inquebrantable del que venera, no se la puedo ceder a nadie.  Tu maleta es un tumulto, el brillo de mi melena, la negrura de mi barba, la ligereza del pie para acometer las estaciones con ilusión.

Se desgajó un trozo de mí, adentro. Me arrancaste algo que todavía no soy capaz de explicarte y me acompaña como una sombra a todas partes. En ese espacio brillaba el faro de la virtud.  También mi alter ego para digerir este siglo y su locura.

Te llevaste mi ocaso en tus ojos, tu esplendor en los míos, me dejaste la serenidad del que ama con la certeza de que no hay nada más bello que me haya hecho ser humano.

Comentarios (5)

  1. Loreto dice:

    Precioso Kiko… Precioso. Un besiño

  2. Paz dice:

    Inmenso y Precioso.

  3. María Isabel Hayek dice:

    He dejado reposar mi reiterada lectura del poema, unos días. A lo largo de los años se ha ido haciendo cada vez más clara y transparente para mí la noción de la paradoja; también del oxímoron. Tienen algo en común, pero no son exactamente lo mismo. Y es que esto que llamamos vida, tiene como parte esencial su destino contrario, su otra cara: la ausencia, el silencio, la muerte. Y vivimos con esa certeza, con ese temor, con esa angustia. Es un juicio inevitablemente existencialista.
    En el juego, en el agon cotidiano de luces, esperanzas y descubrimientos está latente el ocaso, la derrota.
    Tu texto, bello y doloroso, carne de tu carne, es el más puro y amoroso diálogo -monólogo- con Iago, con el ayer, el presente y el futuro, con la realidad y la fantasía, con Iago, que es palabra, es poesía, es el faltante que te lleva a crear, aunque sepamos que esa magia redime sólo por instantes…
    Gracias. Triste y hermoso, muy hermoso.

  4. Trapa dice:

    Brutal Kiko, muy bueno, muy tu

  5. Juan dice:

    Sereno e intenso,gracias

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