Pese al regalo ausente
Rexistencialismo
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Supongo que después de rebasar sobradamente el medio siglo con sus días y sus noches sobre la gran pista de baile que es la existencia —a veces cisne, otras batracio— puedo comenzar a hablar sobre ella con conocimiento de causa. Y lo cierto es que no tengo respuestas para casi nada, porque las preguntas han ido cambiando a medida que bajaba el suflé energético y hormonal que nos empuja a vivir sin pensar en ello.
Me preguntas si he visto el mundo y sus prodigios, si abracé el dolor hasta que se convirtió en polvo, si la belleza acarició mi piel y mis sentidos sin medida, si hay algo que me devuelva la ilusión extraviada. La oferta es ingente, diversa, a veces delirante. En un par de clicks puedes empezar a convertirte sin darte cuenta en un vigoréxico de última hornada, en un crucerista contrarrelojista, en un foodi sibaritísimo, en un soldado del pilates, en propietario de un deportivo flamboyante, en un militante repentino, en un casisexy de las redes, en un Dorian Grey quirúrgico, en un jubilado anticipado, en cualquier producto que hayan logrado colocarnos.
Confieso que todo esto me aturde y me empuja a volver a los ojos reales, porque siento que la respuesta más que nunca está en mirarnos, en seguir frecuentando a esa pandilla de impenitentes que sobrevive a estos tiempos con una nostalgia malsana y pertinaz del siglo pasado. ¿Sabes a quién me refiero? ¿Has visto a esos tíos canosos y algo decrépitos que hablan muy alto y se ríen a la puerta de los bares? Los mismos bares que hace treinta años.
Somos nosotros.
Totalmente de acuerdo
Muy bien tirada Fran…
Tomamos la arrincadeira?
Nos vemos en los bares
Suscribo totalmente Ay esa etapa en la que una vez más hay que decidir quiénes somos realmente, con la inquietud que provoca o vebdernos o volvernos rancios. Mejor lo debatimos tomando una caña.
Certeras palabras. Por profundas pero más por directas.
Nos preguntamos. Luego existimos.
Me lo voy a leer otra vez. Gracias por la reflexión.