Redes rotas
Escombrera
Marinero errante
en el mar infinito,
manchado por la luna
de resplandores
…
Marinero errante
en el mar infinito,
manchado por la luna
de resplandores,
te dicen que te aguardan
con ansiedad, a veces,
y lo recuerdas en la soledad vacía
cuando no tienes que remar
y el mar también se calla.
El faro está lejos
pero imaginas su luz de isla
como un lugar maldito entre las rocas blancas.
Quizá el farero no se ha tumbado todavía
y vigila la ventana desnuda donde
buscando un barco,
nunca ve nada más que su silueta de sombra:
la noche es para él la ceguera
de un ojo luminoso en las aguas.
Siempre hay un rumor,
un traqueteo del mar contra el casco
que algunas noches se oye más claro, más fuerte, más tuyo,
podría llegar a meterse en tu cabeza
y seguir latiendo por sí mismo,
como el ritmo de la bogada se pega al corazón.
Mira arriba, el techo está punzado por agujas relucientes
tiene un silencio celeste
que es difícil de escuchar porque siempre está ahí
esperando que acalles del todo el eco que te acompaña.
La marea debe estar llena
te das cuenta,
es propicio para pescar
pero dudas, a ti el mar te sigue pareciendo inmenso y confuso,
sin referencias para abarcarlo de algún modo; no pierdas tiempo
la corriente te aleja, dicen.
El amanecer está perdido en algún lugar
que no puedes adivinar por ahora,
debes trabajar, debes volver;
con tus redes a la deriva en la honda negrura
te esfuerzas por recrear el fulgor
de las escamas azules,
de momento sólo tus manos,
su sangre en los cordones helados,
sólo las olas y sus espumas disueltas por el viento azuzado
te llevarán el sudor y la sal cuando
tus pies vuelvan a surcar la tierra
y te salpique sin remedio su espejismo de palabras.