VEREDA AUSENTE

La joven farola huye de mí

sobre el espejo roto del adoquín

se va con una curva familiar

en su espalda huesuda

y unos tacones huecos

como la noche castigando la calle.

Resiste todavía el árbol, rizado por el viento oscuro,

talismán férreo de ésta mi vereda ausente

y sus palomas colmadas de olor.

Que se vaya también con sus dignos hombros,

tan cargados de mí que podrían suplantar

a estas paredes de cada día sin miedo a mentir.

Quedas tú, con la mirada puesta en la esquina

bajo los geranios petrificados,

arrastrando entre los cabellos la luna

como un presagio de primavera estéril en los labios.

Aguardas la lluvia y su rumor vacío en la carne,

aguardas con la lasitud del que exterminó su ambición

arrancándole los versos robados, las noches, el aliento.

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